viernes, 11 de diciembre de 2015

Aun somos humanos y nos sonreímos como una respuesta a la guerra.

Por Nicole Arias.

Aun somos   humanos y nos sonreímos como una respuesta a la guerra.

Conozco muchas cosas al igual que tu 
Conozco muchas canciones  al igual que tu
Conozco muchas realidades al igual  que tu 
Tengo mucho sueños al igual que tu

Sé que  tienes  preguntas acerca de mí  al igual que yo
Sé que no puedes entender mis lágrimas ni mis sonrisas  al igual que yo
Sé que no puedes entender mi pasaporte  al igual que yo
 Sé que no se puedes entender mi religión al igual que yo

Pero  sonríes y  yo también, como si tuviéramos ese derecho
Pero sonreímos como si fuéramos lo mismo
Pero sonreímos como si pudiéramos entendernos
Pero sonreímos como respuesta a todas las preguntas
Pero sonreímos como si fuera un idioma universal
Pero sonreímos  como si no fuéramos enemigos
Pero sonreímos como si pudiéramos ser  felices
Pero sonreímos  como si no  hubiera  fronteras
Pero sonreímos como si no hubiera banderas, ni odio
Pero sonreímos como arma para defender nuestras causas
Pero sonreímos porque ninguna organización internacional u presidente pueden prohibirnos hacerlo.

Porque  aunque eres  el enemigo, aunque  debería  odiarte.... aún hay un nosotros, aun somos   humanos y nos sonreímos como una respuesta a la guerra.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

No estamos listos para enfrentar la realidad: estética, crítica y crisis de la izquierda.

Teoría.

No estamos listos para enfrentar la realidad: estética, crítica y crisis de la izquierda.

Por Carlos Pazmiño. (CEPY)

Cuando me refiero a que la izquierda “no está lista” para actuar políticamente de forma efectiva en la realidad, parto de la existencia de un motor averiado, la creencia del deber ser, argumento principal que guía el quehacer político cuyo uso exagerado y normalizado choca constantemente con las formas en que esta se expresa, asilando a la izquierda de los escenarios donde se juega la política, reduciéndola al comportamiento de secta. Evidentemente, este no es un “comportamiento” que rija a toda la izquierda, pero gran parte de ella ha preferido mantenerse en el altar de la pureza antes que “sacrificar” los “principios” para construir o tratar de construir política real.
En este pequeño ensayo problematizaré está creencia del deber ser con la politización de la estética como ejercicio crítico y posibilidad de salida a esta crisis, para ello he tomado los apuntes sobre Simón Rodríguez y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Luis Camnitzer, y la crítica a la concepción de estética en Schiller por Terry Eagleton.
Mi crítica a este tipo de izquierda es la idealización de los sujetos, la sociedad y las relaciones sociales desde una concepción que busca explicarlas desde del mañana, el futuro luminoso y redentor de la revolución, la búsqueda pura de la “independencia” y el esencialismo de la “clase” como aspectos inmanentes e inalterables, cuya existencia expresada a históricamente por quienes defienden esta posición, se encuentra más allá de la realidad -como esta se expresa y es entendida por los sujetos que en teoría son los protagonistas de la revolución del mañana. Aunque el hilo conductor de su discurso haga referencia constante a la “realidad concreta”, la “praxis revolucionaria”, la “lucha de clases”, es la insuficiencia de dichas interpretaciones e inutilidad política la que vuelve una y otra vez advirtiendo la urgente necesidad de acercarse a la realidad sin ilusiones.

Ahora, ¿por qué encontrar estética y crítica en este doloroso ejercicio de acercamiento a la realidad? Primero, parto que la izquierda no vive o piensa como piensan los sujetos a los que esta se refiere constantemente, no siente, no percibe y no vive las relaciones sociales en tanto significación y sentido que estos le otorgan, segundo, al no vivir y pensar, y no me refiero a que en nombre de la pureza y los principios abandonemos la pelea intelectual dentro y fuera de la academia para residir en barrio popular, trabajar como obreros en una fábrica de embutidos en la periferia de la ciudad, es simple, la izquierda no se permite sentir la vida misma como lo hace la gente de a pie, y este no permitirse desde el “deber ser” no sólo anula cualquier iniciativa sino que elimina el sentido de la vida en los militantes, disfrazándolo en un juego macabro de representaciones que los asilan de la realidad, hacia la secta y la esquizofrenia.

Es el moralismo de izquierdas, no el materialismo histórico, el que, después de fundar la procedencia burguesa de un concepto, una práctica o institución particular, pasa de inmediato a desautorizarlo en un arrebato de pureza ideológica. Desde el Manifiesto comunista en adelante, el marxismo nunca ha dejado de cantar  a la burguesía, de encomiar y recordar su herencia, una herencia de la cual los radicales de izquierda tienen que seguir aprendiendo sino quieren contentarse con la reducida posibilidad futura de un orden socialista en absoluto liberal. (Eagleton 2006, 58-59).


El papel de la crítica debe ser continuo, no puede segmentar las partes del cuerpo para enfocarse en lo más conveniente, debe ser estricta y dura, tampoco al extremo universalista del que nunca se saldría, un ejercicio dialéctico que haga justeza al “inventar o errar” de Rodríguez, y que en esta “comprensión”, lo estético, herramienta de re significación y actuación política, juegue un papel fundamental para captar el sentir de los sujetos.

La estética no ha sido una preocupación constante de la izquierda, ha utilizado los recursos “que ha tenido a su alcance” sin requerir más esfuerzo que el de la voluntad de sus adherentes, sin constituir una expresión compacta que seduzca y motive a la sociedad, limitándose a criticar concepciones burguesas o sin definición, bajo el miedo de la absorción.
Es cierto como dice Eagleton, que lo estético no puede ser indiferente a cualquier interés social concreto, no puede orientarse hacia ninguna actividad definida (2007, 169), pues aunque se suponga que es así en los hechos sirve a una fracción hegemónica o en vías de ascenso en una sociedad. Toda concepción estética es histórica, se produce con el pasar del tiempo, resignificando su uso y sentido constantemente, es en muchos casos el reflejo de como la sociedad percibe la vida, así sea impuesta o fabricada en serie, vaciándola de “contenido único”.

Con el desarrollo del capitalismo y la industria cultural, la estética pasa a ocupar un lugar privilegiado en la homogenización de la sociedad, aparentemente si la producción en serie de insumos culturales, con una estética particular cosifica, la relación entre sujeto y objeto, la apropiación de ciertos mecanismos de la sociedad burguesa por la izquierda sería impensable, perpetuando la ilusión de imposibilidad del uso inteligente de estos para posibilitar la transformación de la sociedad aquí y ahora.
Creo que decir esto puede ser arriesgado, pero la política se juega en una cancha muy problemática, donde la inteligencia, la sagacidad, la disposición de recursos y fuerzas son importantes al momento de acumular poder, pero en igual importancia, considerando el recurso de la invención y apropiación constante de lo estético -al que accede la población, por medio del cual “es convencida” del estado fluctuante de la realidad- (Camnitzer, 2008), la creación de un referente masivo que integre elementos de los cuales la izquierda no es heredera, históricamente, funcionaría como palanca válida en el aquí y ahora, pero, lastimosamente, para la izquierda a veces lo estético no puede ser más que una ideología burguesa.

La construcción de una noción moderna de artefacto estético, no se puede desligar de la construcción de las formas ideológicas dominantes de la sociedad de clases moderna (Eagleton 2007, 53), así como toda nueva de subjetividad apropiada en un orden social que dispute el sentido de lo estético.
La tesis de Eagleton reza que lo estético proporciona un inusual desafío y una alternativa a estas formas ideológicas dominantes, razón por la cual se revela como un fenómeno eminentemente contradictorio del que es posible reapropiarse para convocar una tensión dialéctica de uso y significado, con el fin de mover la sensibilidad de los sujetos.

 Pero esto partirá no sólo del estudio de como los sujetos perciben esta dimensión estética masificada del enemigo, sino de la experiencia de la izquierda en el seno mismo del sentir de los sujetos.
Así la crítica tiene una misión estricta, salvar y redimir (Eagleton 2007, 59) lo que para las prácticas de la izquierda todavía es factible y valioso en los legados de clase de los que somos herederos, hay que usar lo que se pueda sin tener miedo a “traicionar los principios” , pero tampoco relativizándolos en nombre del realismo político, en otras palabras, el uso de mecanismos estéticos de la burguesía en la actual sociedad, figura como recurso de utilidad política inmediata, no contaminando esencias, las esencias no se contaminan, y virtudes, sino desde el enfoque táctico necesario para hacer de la izquierda nuevamente una corriente de masas que esté en el deseo de los sujetos, representando el deseo de justicia, pues la auténtica estética social como crítica social, no ratifica la política de lo dado sino que la problematiza.

Por último podremos añadir que la politización de la estética, la guerra en el campo del lenguaje, puede construir un proceso pedagógico que decante en una imagen deseada del como la izquierda, ahí sí, debería ser pero no lo es, constituyendo una imagen y reputación respetable, acompañada de la difícil disputa en los medios masivos de comunicación, y la retención del tiempo en el espectador de la “obra” que busca seducir desde la creación de consciencia, tal como lo hacían los Tupamaros (Camnitzer, 2008).

Tal como Simón Rodríguez usaba imágenes para abordar la política y educación, bajo una capa estética innovadora que incluía caligramas, tipografías y disposición de palabras, la izquierda debe recuperar el rol pedagógico que algún día tuvo y fue eficaz, pero, ese algún día ha pasado, la historia no se detiene, y las tareas a enfrentar se multiplican como los deseos de la sociedad mediatizada.
Esta, la batalla por la apropiación e invención crítica de la estética del enemigo, para crear un ejército de símbolos, signos, íconos propios, debe ser una de las principales preocupaciones de una izquierda efectiva. Pero… la gran pregunta es, ¿cuándo estaremos listos para romper con la ficción ideológica que no nos permite vivir en la realidad y sentirnos personas de carne y hueso? Creo es hora de parar el llanto y salir del metro cuadrado de la adoración a la derrota, y estar dispuestos a caernos una y otra vez, hasta mantener el paso firme, con pies de plomo en la tierra y pies de paja en el pantano.




Referencias:
Eagleton, T. La estética como ideología, Trotta, Madrid, 2006.
Camnitzer, L. “Simón Rodríguez” en Didácticas de la liberación, CENDEAC, Murcia, 2008.


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