Por Marisol Bowen
Hace ya un año un
hombre justo era perseguido de manera infame por haber cometido el único
“delito” que le ha sido comprobado hasta la fecha, ¡haber denunciado al
presidente!
Hace ya un año a
ese hombre, ese mismo presidente le arrebató las delegaciones con las que
cambió la Matriz productiva del país y levantó a las provincias afectadas por
el terremoto del 2016, negándole continuar el proceso de reconstrucción de
Manabí y quedando esta provincia a la deriva en nombre de la venganza.
Hace ya un año
que ese hombre había decidido no darse por vencido, sin seguridad y a bordo de
su camioneta, recorrió el país llevando la verdad como bandera, esa verdad que
era coartada por los medios de comunicación tarifados, la que portaba en su
garganta, la que cargaba en sus manos. Esta fue la razón voraz de lo que
vendría después, porque ese hombre poco a poco fue levantando al pueblo y fue
seguido por multitudes, entonces ya dejaba de ser un Vicepresidente perseguido
por no comulgar con la deslealtad y la traición, se convertía entonces en una
extraordinaria amenaza, ¡podría ser presidente!
Desde entonces,
la patria no imaginaba que empezaba a vivir ¡un año de oscuridad! Que ese
hombre decidió enfrentar a la justicia, un 2 de octubre de 2017, sin imaginar
que la justicia tocaría fondo, que sería amordazada, vejada, mancillada y
violada, ¡que le arrancarían los ojos!
Desde entonces
todos los preceptos legales, sus derechos constitucionales y la lógica misma,
fueron conculcados. Fue apresado sin necesidad ni sustento legal que sostuviera
tal acción, para luego ser condenado sin pruebas y con un Código penal derogado
a seis años de prisión, bajo una inventada “Asociación ilícita” porque eso hizo
la justicia manejada por los hilos de la infamia, tuvieron que asociarlo a
cualquier cosa a falta de evidencias. Todo en mitad del descaro más inverosímil
e ilegal de la historia, un 14 de diciembre de 2017, mientras su pueblo se
amotinaba entre gritos de justicia, lágrimas de impotencia y se enfrentaba a la
brutal represión policial a las afueras del recinto donde la justicia yacía
secuestrada, la Corte Nacional de Justicia.
Desde entonces,
con ignominioso pulso, con abyecto descaro y el execrable accionar de los
hombres ciegos por la avaricia y el poder -para colmo ajenos- los jueces le
negaron una a una las instancias de justicia y los recursos legales a los que
recurre un hombre cuando se sabe honesto, no era posible, alguien necesitaba la
Vicepresidencia y la tendría a cualquier precio. Es así que los esbirros del
diablo, muchos de ellos hoy mal pagados por el diablo a quien sirvieron,
olvidaron las normas jurídicas, la ética profesional, la independencia de
funciones, ¡la decencia! Y fue así, por el precio de un hombre encarcelado y
otro luchando en la distancia, que Ecuador tuvo el primer preso político del
gobierno morenista, y el Estado de derecho ¡pasó a la historia!
Encarcelado y
enarbolado como una bandera contra la corrupción, una bandera de carne y hueso,
de sangre justa y corazón de acero; magreada a conveniencia por los ruines, los
Caínes, los Judas, los Herodes. Todo bajo el ojo pendenciero de un traidor ¡que
no merece el honor de ser llamado hombre!
Hoy, que ya ha
transcurrido un año de oscuridad, la puerta de la cárcel 4 se convirtió en la
testigo silenciosa de sus centinelas, sus guardianes, ¡de su pueblo! Los que
empuñan la Bandera de la Patria porque lleva escrito el nombre de los hombres
justos, de los invencibles, ¡porque lleva su nombre!
Hoy, que ya ha
transcurrido un año de oscuridad, no han logrado encarcelar su lucha ni doblar
su frente, no han conseguido amilanar su alma. Dios mismo en su piedad lo mira,
como miró a su hijo sacrificar su vida, porque no hay sobre la faz de la tierra
valor más grande, ¡que el sacrificio de un hombre por liberar su pueblo! Porque
hace falta eso, bien lo sabe la historia, romperse las manos para abrir la
tierra, caminar sangrando para hacer caminos; para sublevar el alma de los
oprimidos, porque el verdadero líder es el que creen caído, el que pone el
cuerpo para aguantar el golpe, el que pone el pecho al primer estallido, de los
fusiles crueles de las injusticias, ¡de la bala efímera de los enemigos!
Si es así, que
valga la lucha perpetua, los brazos alzados, el miedo vencido, para seguir al
hombre que no se ha rendido. Al que resiste firme como los soldados que aman a
la patria como los buenos hijos; para levantar la fuerza, para contrariar al
río, para enmendar con furia el error cometido. Si es así que valgan todos los
sacrificios, ¡para tener de ejemplo un ejemplo vivo! ¡Y se levante el hombre
para liberar al hombre que ya dio bastante! Para despertar al pueblo, para
salvar la Patria, ¡esa Patria madre que aún no hemos perdido!
Esta pluma mía
jamás tendrá miedo de escupir con tinta en la cara misma del mayor infame, el
que mantiene preso al que le dio batalla, el que oprime al pueblo, el que
persigue al justo ¡porque así pelean los que son canallas!
Por el llanto
inocente de sus hijos, por el beso guardado de su esposa, por la lagrima
infinita de su madre y sus manos temblorosas que en oración piden, ¡que Dios lo
perdone!
Por ellos, por el
pueblo, por la patria, por el Jorge aquel, nuestro Vicepresidente, nuestro
compañero, ¡por el Jorge aquel que sigue siendo nuestro! No desmayaremos hasta
verlo libre, y si acaso la muerte sea nuestro precio, gritará Allí Primera
desde el firmamento: ¡Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos!