Marisol Bowen
Muchos hemos escuchado ese pito ensordecedor de un vehículo retrocediendo, algo así como una aguja en el tímpano. Incluso hay los vehículos modernos de donde se escapa una vocecita robótica que nos avisa, “cuidado, vehículo retrocediendo… cuidado, vehículo retrocediendo”; pues pareciera que la patria nos dice lo mismo, enciende todas las alarmas, retrocede a una velocidad inimaginable y se va llevando a su paso ¡la década ganada!
Hay un sentir colectivo de descontento que se manifiesta en las
calles y en las redes sociales, mientras los famosos diálogos de la vieja
patria, como el hijo pródigo, regresan.
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Fotografía tomada de periodismoEcuador |
Por muy romántico que suene el actual discurso, en su fondo
conceptual es de derecha, de vieja patria, de todos con todos sin importar
quien sea y de todos contra Correa. Alejándose significativamente de lo que
significó su gobierno y del camino revolucionario; sin limitar posiciones que
nos aseguren la continuidad de un proceso que se diluye con el pretexto de un
nuevo “estilo”. Un estilo con el que se está cambiando el proyecto político que
le costó 10 años a la revolución para construir la nueva patria.
Volvemos a observar por todos los medios, ofrecimientos como las
casas y sus irrisorios valores a pagar, bonos que más parecieran en venta,
promesas de trabajo de película y misiones que se ofrecen como regalo y no como
derecho. Evidentemente la visión es la misma, volvemos a la época del ¡pan,
techo y empleo!
En el viejo país de la partidocracia, los políticos ofrecían de
todo, con o sin campaña. Con esto compraban a un pueblo lleno de necesidades y
ávido de soluciones, que comía promesas; así también el gobierno negociaba a
través del diálogo con los partidos políticos, ese era el "estilo" de
gobernar contentos. En estos diálogos se abrazaban incluso la izquierda extrema
y la derecha más peligrosa, el partido social cristiano. Así también las leyes
se manejaban entre el gobierno, políticos de todas las raleas y los altos
mandos militares, entre gallos de media noche en los cuarteles; donde se
parieron las injustas leyes que atentaron contra el pueblo, como la que
permitió el feriado bancario, y que fueron expuestas una a una y de gobierno en
gobierno en el nefasto Congreso Nacional. Todos cabían en el mismo saco, con
diálogos que beneficiaban a los poderes políticos más fuertes.
Esto ocurría porque el país no tenía institucionalidad, es
decir, el presidente y su gobierno dependía de los actores políticos y los
militares; por lo que dialogar no era otra cosa que negociar. Finalmente, las
élites políticas eran las más beneficiadas y no el pueblo; de ahí la falta de
progreso y de justicia social.
En esa vieja patria del dialogo negociador, incluso los medios
de comunicación tenían privilegios y como tal, también negociaban. La fuerza
mediática mercantilista dominaba las esferas de la gobernabilidad; del negocio
o acuerdo con el gobierno de turno, dependía lo que emitían los noticieros y
publicaban los periódicos. En definitiva, si el romance con los medios de
comunicación, los políticos negociadores y las altas esferas militares acababa,
las verdades salían a la luz pública, el pueblo empezaba a organizarse con
ayuda de los políticos instigadores, quienes con pasional despecho atizaban el
fuego y organizaban las manifestaciones, que también eran respaldadas por las fuerzas
militares. En definitiva, caía el gobierno, porque a falta de
institucionalidad, el gobierno dependía de ellos.
Es aquí, donde llega Rafael Correa y da inicio a la mejor de sus
batallas, institucionalizar el estado, despegándolo de la suela de los poderes
fácticos que lo dominaban. Algo que consiguió con la redistribución de las
riquezas y las bien establecidas competencias de cada uno. Logrando con esto
destruir el mecanismo negociador y chantajista entre gobierno y gobiernos
locales, así como anclar los verdaderos poderes de las fuerzas militares, que
hasta entonces, no concebían la figura del presidente de la República como Jefe
en mando sino como un monigote que se movía con hilos. Siendo la
institucionalización del estado la que definitivamente dio el inicio de lo que
luego fue ¡una invencible Revolución!
Para llegar a ese resultado, la confrontación con los actores
políticos era inevitable. Es lo que el actual gobierno sataniza en Rafael
correa y con lo que justifica sus diálogos con la oposición. Pero en la
práctica, con un gobierno revolucionario aplicando el socialismo, la
confrontación no fue más que el producto del cambio institucional positivo para
el pueblo y la resistencia por parte de los actores políticos que no lo hacían
posible. En ese contexto, gobernar en armonía con los enemigos, solo se puede
conseguir con “diálogos” para concretar acuerdos; lo que jamás hizo Rafael
Correa, porque nada que haya afectado a la patria en el ayer podría volver con
buenas intenciones.
En este nuevo escenario, aplica el viejo adagio, “Se va el gato
y los ratones hacen fiesta” –también lo digo por los ojos verdes-, conocemos
por las fotos del actual mandatario con algunos enemigos de la patria, que las
reuniones y los diálogos efectivamente se cumplieron con los representantes de
la partidocracia como Jaime Nebot, Cynthia Viteri, Paco Moncayo, Dalo Bucaram,
entre otros. Pero también vemos que estos se desenvuelven en un marco donde la
permisividad ha jugado su mejor papel, desviando la ruta revolucionaria. Consecuentemente
se ha debilitado la continuidad de la lucha y se ha fracturado la lealtad como
principio fundamental partidista y humano. En ese contexto, me resulta
inevitable citar las palabras del líder invicto de la Revolución Ciudadana,
Rafael Correa, “Conversar con un ‘Dalo’ Bucaram, por ejemplo, que vive
insultando al vicepresidente. Yo jamás me hubiera sentado a dialogar con
alguien que insultara a Lenín Moreno cuando era mi vicepresidente”
De ahí que diferenciar sea necesario para entender medianamente
tanto dialogo por encima de la lealtad. Involucrar y dialogar son dos cosas
distintas; según la RAE “dialogar” significa hablar, en tanto que “involucrar”
es incluir y hacer participar. En consecuencia, no estamos frente a una promesa
cumplida, como tanto se repite, sino ante una promesa con letras chiquitas como
en los contratos; donde se pretende confundir el sentido etimológico de ambas
palabras, ya que aquí, lejos del dialogo prometido, se ha involucrado a los
actores políticos de la más recia oposición en un proceso revolucionario que,
precisamente por nocivos, los mantuvo al margen durante 10 años. De otra manera
no habría llegado la justicia social y no habríamos logrado la década ganada.
En ese escenario inimaginable -para calmar las aguas defraudadas-,
hemos escuchado al actual mandatario abordar el tema del dialogo en el marco
del romanticismo, pero no profundizarlo en contexto y consecuencia. En
definitiva, se justifica la mezcolanza con una verdad a medias sin la más
elemental transparencia, lo que nos motiva a preguntarnos ¿cuál es el alcance
de los diálogos?, ¿en que benefician al pueblo?, ¿que se negocia? Porque si
algo tenemos claro, es que no hay dialogo sin conveniencia de partes.
Al respecto, lejos de recibir respuestas nos abofetea un silencio
abrumador que nos confunde, al punto de cuestionar a los actores políticos
involucrados y no a lo que traen consigo ni lo que llevan de vuelta. Algo que
considerando el retro en que vamos, nos obliga a usar la lógica, estrenar la
suspicacia y sacar nuestras propias conclusiones.

Así también tenemos a las prebendas de la vieja patria, en su
máxima expresión, Cuando luego de los "diálogos", al parecer CNEL le
ha sido entregado a la gente de los Bucaram, como lo denunció la asambleísta
Marcela Aguiñaga. Algo contra lo que también luchó incansablemente Rafael
Correa, para quitarle a los poderes maliciosos el manejo de las instituciones
del pueblo.
Este camino a la vieja Patria también trajo de regreso a los
negociadores del silencio, los medios de comunicación, quienes -con la más
brutal fijación-, dedicaban noticieros, programas de televisión y paginas
completas en los diarios, para desacreditar al Gobierno de Rafael Correa. Esos
mismos medios que hoy guardan silencio mientras ponen la agenda y la tinta para
destruir la Ley de Comunicación; el mecanismo de justicia con el que la
Revolución venció también al viejo país. Lo que podría justificar en
consecuencia, que hoy los medios se luzcan lanzando porcentajes -inverosímiles-
de aceptación del nuevo mandatario, que muy lejos de la realidad, dan por
seguro que todos estamos contentos. La vieja práctica de la psicología inversa
que codificaba el pensamiento del pueblo. ! ¡Craso error!, olvidan que los
enlaces ciudadanos los mostró tal cual son y el pueblo ya no es presa fácil.
Los diálogos negociadores no solo volvieron, sino que con ellos
regresó la figura de “primera dama” y extendió sus tentáculos a los gobiernos
municipales y a las esposas de los alcaldes y prefectos; involucrándolas en
proyectos como “casa para todos”. Algo innecesario en un estado cuya
gobernabilidad dista de manera abismal de los viejos gobiernos dependientes, ya
que con la institucionalidad del estado que dejó el gobierno Rafael Correa, el
gobierno tiene absoluta potestad para gestionar de manera independiente los
terrenos a ser ocupados, sin necesidad de pedir permiso ¡para después pedir perdón!
Algo que se apega a la única justificación que tiene, ¡el acuerdo!
Los empresarios también forman parte de esta historia, su misión
será muy posiblemente el tema de los satanizados impuestos y la justicia
laboral. Recordemos que Rafael Correa implantó la cultura tributaria, algo
desconocido para los empresarios y millonarios que evadían impuestos sin
remordimientos patrios. Así también atacó al cáncer que tenía minada la
justicia laboral: la precarización laboral y la tercerización, y enfatizó en la
seguridad social como obligación. De la misma manera, fue su gobierno con sus
políticas de inclusión, que le brindo un lugar digno en el área laboral a los
discapacitados, algo impensable. Eso fue lo que hizo la diferencia entre el
ayer y el hoy de la empresa privada en un estado de derecho; donde finalmente
los empresarios, cuyas empresas crecieron con el pulso del trabajador,
aprendieron a respetar ¡el derecho ajeno!
Si a todo esto le sumamos las aparecidas organizaciones sociales
que hoy respaldan estratégicamente al actual gobierno y que no representan al
pueblo en general sino a sus actores, y el silencio gubernamental contra el
ataque visceral del que es víctima su vicepresidente, quien enfrenta un posible
Juicio Político en un escenario de todos contra Correa, y donde, dicho sea de
paso, ya se cometió la primera injusticia al declarar inocente a Martín
Pallares. Volvemos al mismo evidente resultado; los síntomas que diagnostican
el regreso de la vieja patria, donde organizar a ciertos sectores era la fuerza
de choque y abandonar al amigo era parte del acuerdo.
Lejos de darle a los “diálogos” y al accionar del actual
gobierno el beneficio de la duda, asumiendo que solo son “diálogos” y que el
gobierno no ha accedido a las exigencias opositoras; considerando que no ha
existido transparencia en esos diálogos, que no se han delimitado públicamente
los mismos, que no conocemos el fondo sino la forma, y que no se ha informado a
la ciudadanía de los acuerdos implícitos en esa “buena relación” que nos está
obligando a dormir con el enemigo; aplicamos en su lugar la lógica a los
resultados que por evidentes no han podido ocultarse, y a los que aún nos
mantienen en signo de interrogación, para concluir que de no haber existido
acuerdos cumplidos, no tendríamos a la oposición ¡riendo a carcajadas!
Se le ha brindado un espacio a la oposición, pero la oposición
no entrega otra cosa a cambio -que no sea un buen romance-, y eso en un país
con un proyecto político revolucionario en marcha, del pueblo para el pueblo,
es terriblemente peligroso. La revolución gano las elecciones, es innecesario
como absurdo negociar con los que perdieron, en especial con la derecha
ecuatoriana que más temprano que tarde llevará agua su molino capitalista, con
lo que podríamos perder lo que costó mucho recuperar, lo público con calidad y
gratuidad como derecho, para inocular, por ejemplo, la actividad privada en la
salud y la educación. Lo que sería un desastre de tamañas magnitudes, pero
finalmente el costo del dialogo conciliador y sus prebendas. ¡Una factura que
por historia! la paga el pueblo!
El pueblo como mandante es el eterno centinela de este tesoro
llamado Revolución, pero también el poder legislativo de la asamblea será
dirimente en el camino a la permisividad o a la resistencia. Pero no precisamente
en el riesgo gravísimo de la desinstitucionalización del estado, que ya se
evidencia y donde el ejecutivo ya ha dado muestras de su poder absoluto como en
la vieja patria, de construir o destruir lo construido con diálogos y cediendo
espacios inmerecidos, sino en el cambio profundo que podría afectar gravemente
al pueblo y que está en las leyes. Es ahí donde los “champions” de la película
serán los asambleístas revolucionarios.
¡Posiblemente a eso se refería Rafael Correa cuando dijo que nos
dejaba en buenas manos, la asamblea y su mayoría revolucionaria, ya que es a
las leyes donde querrán llegar los más ambiciosos deseos opositores, donde
veremos finalmente los efectos impositivos de largo alcance, y si la vieja
patria se termina o no! de consumar!
"El peligro de las similitudes nefastas, son los desenlaces
que también pueden ser iguales"