Por Marisol Bowen
Un día como hoy, 24 de mayo, un hombre dejaba la presidencia del
Ecuador y otro se ceñía la banda presidencial más grande de la historia, no por
su tamaño que técnicamente era el mismo de siempre, sino por la inmensa
historia que escribió quien la entregaba y la pequeñez inconcebible de quien la
recibía; a quien de cualquier forma ¡le quedaba grande!

Desde entonces se divorció de la Revolución Ciudadana -con
insondable descaro- insultó al pueblo que le dio el poder de todas las formas
posibles y dijo públicamente que lo odiaba. Inició una cacería sin tregua
contra quienes eran sus compañeros, Rafael Correa, Jorge Glas y todos los que
olieran a revolución. Una cacería que disfrazó de “lucha contra la corrupción”
bien direccionada a aquellos ex compañeros que convirtió en sus adversarios,
más no a sus nuevos aliados políticos con bastante rabo de paja. Llegando al
extremo inconcebible de la venganza, al judicializar la política y tratar de ocultar
por todos los medios “la mesa servida” que le dejó un presidente cuyos logros
fueron reconocidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y que alcanzó
incluso a su gobierno infructuoso, con un informe positivo por el mismo
organismo internacional en cuanto a proyección en el 2017, y de cuyo informe y
logro se apropió ¡sin sangre en la cara!
Un año de inventar cada cosa para justificar sus actos cuánticos
con brutal saña y ridiculez, mostrándonos ante el mundo en calzones y con una
vergüenza continental sin parangones, porque nos guste o no ¡votamos por él!
Ha transcurrido un año del más colosal esfuerzo por
‘descorreizar’ al país, un año de los cuales siete meses lleva en su conciencia
-si acaso la tiene- la vida de un inocente encarcelado sin pruebas, de un vicepresidente
que fue su compañero de fórmula y al que, por el perverso objetivo de quitarle
la investidura que le dio el pueblo, su gobierno convirtió en un preso
político.
Un año de la más vulgar demagogia, disfrazando la inoperancia y
el incumplimiento con promesas como el “Plan toda una vida”, “Casa para todos”
y “Medico del barrio”. Utilizando como publicidad -a falta de obras propias-
imágenes de las casas entregadas por el anterior gobierno, de los servicios de
salud del anterior gobierno e inaugurando como propias las obras que ese mismo
gobierno dejó encaminadas.
Un año de un gobierno donde la verdad es una oda al silencio y
no mentir es una falta. Un gobierno que en menos de un año ha tenido tres
Ministros de Economía, -como jugando a la ruleta rusa-, dos de ellos que
contradijeron a Lenin Moreno y se fueron sin pronunciar la necesaria mentira de
un sobreendeudamiento del Gobierno de Rafael Correa, y el nuevo ministro -un
empresario, producto indiscutible de la prueba y error- que, al haber formado
parte del Comité Empresarial Ecuatoriano, no es muy difícil advertir hacia
donde inclinará la balanza. En cuyas manos se gesta el destino económico de la
patria y que podría “justificar”, ahora sí, un sobreendeudamiento en nombre de
una crisis inexistente.
Un año de un gobierno en el que la suma de sus nefastas restas
ha dejado como saldo tres ciudadanos asesinados, cuatro soldados caídos y dos
esposos secuestrados en una guerra ajena por un “acuerdo político” con
Colombia, tan ridículo como esbirro.
Un año donde la ley de comunicación que logró controlar a los
medios mercantilistas, -cómplices por historia de todas las afrentas que vivió
la patria-, está al borde de sufrir una eutanasia injustificada, si, en nombre
de la libertad, pero para destruir sin riendas. Convirtiendo las mentiras
totales o a medias en el pan de cada día; con medios embusteros copartícipes de
la hecatombe y la desgracia de un pueblo que ha sido reprimido, violentado y
que ha cumplido un año entre la indefensión y la incertidumbre.
Un año donde los medios de comunicación sin ética ni principios,
al igual que las autoridades de control del estado manejadas como títeres, han
desempeñado un rol fundamental en el entramado perverso del poder haciendo el
trabajo sucio; enlodando la honra, persiguiendo, judicializando y condenando
sin juicio a todo aquel que huela a Revolución Ciudadana, a década ganada, ¡a
Rafael Correa!
Todo ha sido valido en el chiquero mal oliente de las malas
intenciones, donde hemos visto incluso al diablo pagando mal a quien bien le
sirvió, los tontos útiles que luego fueron desechados.
Un año de vergüenza -por decirlo menos- bajo las riendas
pérfidas de un gobierno golpista y procaz. Con una Constitución vejada hasta el
cansancio, de la brutal violación a los derechos humanos, del abuso descarado
ante los ojos absortos del mundo que mira impávido como un gobierno vulnera la
institucionalidad del estado con un Consejo “Transitorio” puesto a dedo y
descabelladamente omnipotente, cuyo presidente, Cesar Trujillo, es uno más de
los intrusos esporádicos del abuso cumpliendo el ultimo maquiavélico propósito
de su infructuosa existencia. Dueño circunstancial de un poder mal habido que
no cruzó por la dignidad del mérito, su solo nombre en una lista digna ¡habría
sido un insulto a la inteligencia y la memoria!
Un año donde los políticos perversos y corruptos, así como los
grupos económicos más poderosos han hecho de las suyas, y el pueblo -que aún
camina confiado por la iracunda necesidad- ha sido utilizado con el viejo discurso
del pan, techo y empleo, sin que en la praxis se haya cristalizado
absolutamente nada.
Un año donde la justicia social y los beneficios para el pueblo
han sido postergados para beneficiar a los poderes fácticos, donde el plan de
gobierno se quedó en un papel esperando que la justicia popular ejecute la
revocatoria del mandato por incumplimiento, como lo establece la ley.
Un año donde no hay nada que mostrar en las perchas de la
decencia, donde en su lugar se exhibe una consulta popular inconstitucional que
manchó la historia con sangre para que un presidente, -cargado de átomos
negligentes-, consiguiera su única vergonzosa y costosa conquista, ¡evitar el
regreso de Rafael Correa!
Un año donde ni la sombra queda del proyecto revolucionario que,
con sus humanos errores, logró cambiar la historia. De aquella patria altiva y
soberana que hizo hablar al mundo más allá de las tortugas gigantes y la mitad
del mundo. De esa patria rescatada por la Revolución Ciudadana solo queda lo
que no pueden llevarse en hombros: los hospitales, las carreteras, las Escuelas
del Milenio, las hidroeléctricas, los Proyectos Multipropósitos y esa esperanza
de revertir el terrible error cometido en democracia, a la que no hemos
renunciado.
Un año donde el único esfuerzo que ha hecho Moreno ha sido
culpar a Correa hasta de su propia ineptitud, “dialogar” con todos menos con el
pueblo -incluidos políticos corruptos e impunes prófugos de la justicia-,
instaurar nuevamente las viejas prácticas de las componendas y el entreguismo -las
bases para sostener un gobierno infame-, reformar las leyes contra el pueblo,
potencializar la empresa privada, entregarle el país a los caprichos usureros
de la banca privada, reducir el estado y labrar el camino hacia la
capitalización de la justicia social que le dejó al pueblo el gobierno de
Rafael Correa. La crónica de una muerte anunciada con un gobierno claramente de
derecha, donde la estocada final será quitarle al pueblo sus derechos ¡y
ponerles precio!
Un año de los viejos políticos, de los cadáveres insepultos, de
la vieja partidocracia. Un año de mirarlos locos de emoción con el odio
concebido, ¡sin saber por dónde morder la venganza! En la hermandad hipócrita
de la herencia de Caín, en un revoltijo vomitivo de todos los males juntos,
convulsionando en la gula del poder inmerecido, ¡hirviendo como gusanos en la
carne podrida!
Quisiera exagerar y decir que me equivoco, que es la pasión
ciudadana la que guía mi pluma ¡pero no es cierto! Ni una estela de duda me
salva la calma. Ni ciega podría no mirar el desastre al que nos conduce una
mano equivocada. ¡Cómo le arañan la carne a esta patria indefensa! ¡Cómo se
pagan los favores los que la destruyen! ¡Cómo persiguen a los que aún luchan
por ella!
Cuando la patria llora con los ojos de sus hijos, ¡la rebeldía
es un deber! El pueblo salva a la bandera o la historia se hincará para pedir
perdón a la patria por la ignominia de sus hijos malos ¡y el silencio de sus
hijos buenos!