jueves, 24 de mayo de 2018

EL AÑO DE LA INFAMIA


Por Marisol Bowen 

Un día como hoy, 24 de mayo, un hombre dejaba la presidencia del Ecuador y otro se ceñía la banda presidencial más grande de la historia, no por su tamaño que técnicamente era el mismo de siempre, sino por la inmensa historia que escribió quien la entregaba y la pequeñez inconcebible de quien la recibía; a quien de cualquier forma ¡le quedaba grande!
Desde entonces, el nuevo presidente cambió su casi diáfana bondad franciscana por la destrucción y la traición disfrazadas de “dialogo” y “estilo”. Así denominó a su giro intempestivo a la derecha y a la entrega del país directo a las fauces con hambre atrasada de los pretéritos poderes políticos, ¡los enemigos de la patria!
Desde entonces se divorció de la Revolución Ciudadana -con insondable descaro- insultó al pueblo que le dio el poder de todas las formas posibles y dijo públicamente que lo odiaba. Inició una cacería sin tregua contra quienes eran sus compañeros, Rafael Correa, Jorge Glas y todos los que olieran a revolución. Una cacería que disfrazó de “lucha contra la corrupción” bien direccionada a aquellos ex compañeros que convirtió en sus adversarios, más no a sus nuevos aliados políticos con bastante rabo de paja. Llegando al extremo inconcebible de la venganza, al judicializar la política y tratar de ocultar por todos los medios “la mesa servida” que le dejó un presidente cuyos logros fueron reconocidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y que alcanzó incluso a su gobierno infructuoso, con un informe positivo por el mismo organismo internacional en cuanto a proyección en el 2017, y de cuyo informe y logro se apropió ¡sin sangre en la cara!
Un año de inventar cada cosa para justificar sus actos cuánticos con brutal saña y ridiculez, mostrándonos ante el mundo en calzones y con una vergüenza continental sin parangones, porque nos guste o no ¡votamos por él!
Ha transcurrido un año del más colosal esfuerzo por ‘descorreizar’ al país, un año de los cuales siete meses lleva en su conciencia -si acaso la tiene- la vida de un inocente encarcelado sin pruebas, de un vicepresidente que fue su compañero de fórmula y al que, por el perverso objetivo de quitarle la investidura que le dio el pueblo, su gobierno convirtió en un preso político.
Un año de la más vulgar demagogia, disfrazando la inoperancia y el incumplimiento con promesas como el “Plan toda una vida”, “Casa para todos” y “Medico del barrio”. Utilizando como publicidad -a falta de obras propias- imágenes de las casas entregadas por el anterior gobierno, de los servicios de salud del anterior gobierno e inaugurando como propias las obras que ese mismo gobierno dejó encaminadas.
Un año de un gobierno donde la verdad es una oda al silencio y no mentir es una falta. Un gobierno que en menos de un año ha tenido tres Ministros de Economía, -como jugando a la ruleta rusa-, dos de ellos que contradijeron a Lenin Moreno y se fueron sin pronunciar la necesaria mentira de un sobreendeudamiento del Gobierno de Rafael Correa, y el nuevo ministro -un empresario, producto indiscutible de la prueba y error- que, al haber formado parte del Comité Empresarial Ecuatoriano, no es muy difícil advertir hacia donde inclinará la balanza. En cuyas manos se gesta el destino económico de la patria y que podría “justificar”, ahora sí, un sobreendeudamiento en nombre de una crisis inexistente.
Un año de un gobierno en el que la suma de sus nefastas restas ha dejado como saldo tres ciudadanos asesinados, cuatro soldados caídos y dos esposos secuestrados en una guerra ajena por un “acuerdo político” con Colombia, tan ridículo como esbirro.
Un año donde la ley de comunicación que logró controlar a los medios mercantilistas, -cómplices por historia de todas las afrentas que vivió la patria-, está al borde de sufrir una eutanasia injustificada, si, en nombre de la libertad, pero para destruir sin riendas. Convirtiendo las mentiras totales o a medias en el pan de cada día; con medios embusteros copartícipes de la hecatombe y la desgracia de un pueblo que ha sido reprimido, violentado y que ha cumplido un año entre la indefensión y la incertidumbre.
Un año donde los medios de comunicación sin ética ni principios, al igual que las autoridades de control del estado manejadas como títeres, han desempeñado un rol fundamental en el entramado perverso del poder haciendo el trabajo sucio; enlodando la honra, persiguiendo, judicializando y condenando sin juicio a todo aquel que huela a Revolución Ciudadana, a década ganada, ¡a Rafael Correa!
Todo ha sido valido en el chiquero mal oliente de las malas intenciones, donde hemos visto incluso al diablo pagando mal a quien bien le sirvió, los tontos útiles que luego fueron desechados.
Un año de vergüenza -por decirlo menos- bajo las riendas pérfidas de un gobierno golpista y procaz. Con una Constitución vejada hasta el cansancio, de la brutal violación a los derechos humanos, del abuso descarado ante los ojos absortos del mundo que mira impávido como un gobierno vulnera la institucionalidad del estado con un Consejo “Transitorio” puesto a dedo y descabelladamente omnipotente, cuyo presidente, Cesar Trujillo, es uno más de los intrusos esporádicos del abuso cumpliendo el ultimo maquiavélico propósito de su infructuosa existencia. Dueño circunstancial de un poder mal habido que no cruzó por la dignidad del mérito, su solo nombre en una lista digna ¡habría sido un insulto a la inteligencia y la memoria!
Un año donde los políticos perversos y corruptos, así como los grupos económicos más poderosos han hecho de las suyas, y el pueblo -que aún camina confiado por la iracunda necesidad- ha sido utilizado con el viejo discurso del pan, techo y empleo, sin que en la praxis se haya cristalizado absolutamente nada.
Un año donde la justicia social y los beneficios para el pueblo han sido postergados para beneficiar a los poderes fácticos, donde el plan de gobierno se quedó en un papel esperando que la justicia popular ejecute la revocatoria del mandato por incumplimiento, como lo establece la ley.
Un año donde no hay nada que mostrar en las perchas de la decencia, donde en su lugar se exhibe una consulta popular inconstitucional que manchó la historia con sangre para que un presidente, -cargado de átomos negligentes-, consiguiera su única vergonzosa y costosa conquista, ¡evitar el regreso de Rafael Correa!
Un año donde ni la sombra queda del proyecto revolucionario que, con sus humanos errores, logró cambiar la historia. De aquella patria altiva y soberana que hizo hablar al mundo más allá de las tortugas gigantes y la mitad del mundo. De esa patria rescatada por la Revolución Ciudadana solo queda lo que no pueden llevarse en hombros: los hospitales, las carreteras, las Escuelas del Milenio, las hidroeléctricas, los Proyectos Multipropósitos y esa esperanza de revertir el terrible error cometido en democracia, a la que no hemos renunciado.
Un año donde el único esfuerzo que ha hecho Moreno ha sido culpar a Correa hasta de su propia ineptitud, “dialogar” con todos menos con el pueblo -incluidos políticos corruptos e impunes prófugos de la justicia-, instaurar nuevamente las viejas prácticas de las componendas y el entreguismo -las bases para sostener un gobierno infame-, reformar las leyes contra el pueblo, potencializar la empresa privada, entregarle el país a los caprichos usureros de la banca privada, reducir el estado y labrar el camino hacia la capitalización de la justicia social que le dejó al pueblo el gobierno de Rafael Correa. La crónica de una muerte anunciada con un gobierno claramente de derecha, donde la estocada final será quitarle al pueblo sus derechos ¡y ponerles precio!
Un año de los viejos políticos, de los cadáveres insepultos, de la vieja partidocracia. Un año de mirarlos locos de emoción con el odio concebido, ¡sin saber por dónde morder la venganza! En la hermandad hipócrita de la herencia de Caín, en un revoltijo vomitivo de todos los males juntos, convulsionando en la gula del poder inmerecido, ¡hirviendo como gusanos en la carne podrida!
Quisiera exagerar y decir que me equivoco, que es la pasión ciudadana la que guía mi pluma ¡pero no es cierto! Ni una estela de duda me salva la calma. Ni ciega podría no mirar el desastre al que nos conduce una mano equivocada. ¡Cómo le arañan la carne a esta patria indefensa! ¡Cómo se pagan los favores los que la destruyen! ¡Cómo persiguen a los que aún luchan por ella!
Cuando la patria llora con los ojos de sus hijos, ¡la rebeldía es un deber! El pueblo salva a la bandera o la historia se hincará para pedir perdón a la patria por la ignominia de sus hijos malos ¡y el silencio de sus hijos buenos!


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