Por Marisol Bowen
Escritora y cantautora
Existe una profesión a la que no todos tienen acceso, porque
no hace falta estudiar para alcanzarla, ni ser el mejor para triunfar; esa
profesión no se aprende, solo se perfecciona, porque con esta profesión ¡se
nace!
Esa profesión casi nunca deja herencias materiales, porque
casi siempre se muere con ella como se empezó, ¡con nada! Pero a cambio deja la
herencia más sublime, la que no tiene precio, por la que no se pelea nadie, la
que no se hurta, ¡la que queda en la sangre!
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Fotografía tomada de canal de youtube: |
Con esa profesión no hay seguro social, no hay prestaciones,
garantías, beneficios, ni la simple canasta en navidad; pero con esa profesión
se lleva el pan a la mesa cada día.
Esa profesión no tiene horario de trabajo, no hay fines de
semanas libres, el fin de año, la navidad, el cumpleaños de los hijos y el día
de la madre se trabaja, no hay feriados y cualquier día de la semana es sábado.
La empresa de esa profesión tiene puerta de entrada, pero no de salida, ¡ni de
emergencia!
En esa profesión el jefe es la batalla, la energía, la fuerza,
la resistencia, la entrega, el sacrificio, la disciplina y la fe. En esa
profesión el jefe es el mismo ser humano que se refleja cada día en el espejo.
En esa profesión el peor enemigo es solamente otro con la
misma profesión, cuando aún no ha entendido el valor que posee.
Esa profesión es la menos valorada, es agredida, es
humillada, es devaluada, es denigrada, es robada, es subestimada y es burlada.
Sin embargo, quienes la poseen la llevan con orgullo ¡como a la Bandera!
Esa profesión no tiene banderas políticas; sin embargo, es
estigmatizada y a pesar de su libertad, no es libre.
Con esa profesión un día se come carne y al otro día solo
pan, pero se come contento.
Con esa profesión no se tiene investiduras, ni cargos
rimbombantes, pero quien la posee ¡representa a su Patria!
En esa profesión no hay certificado médico que justifique el
cuerpo enfermo o el alma triste, en ella se cumple la palabra como un contrato
y se ríe, aunque se quiera llorar.
En esa profesión se paga la factura de la soledad, porque
para muchos que la miran es una profesión que no valió la pena.
En esa profesión incomprendida, se muere un día sin haber
guardado nada, porque no hubo nada que guardar, se muere con dos o tres amigos
cantando en un rincón acompañando el ataúd.
En esa profesión se muere tantas veces sin una flor
siquiera, sin una lagrima sincera, sin nadie que regrese mañana a recoger
alguna flor marchita pateada por el viento. Pero el nombre de quien la tuvo,
señores, ¡se escribió en la historia para siempre!
Esa profesión es... ¡Artista!
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