Por Marisol Bowen
Escritora y cantautora
Según la más reciente estadística, el 49.6 % de habitantes del
planeta somos mujeres, en tanto que el 50.4% son hombres; dejando con esto de
lado el mito machista, que aseguraba que las mujeres éramos mayoría y cada
hombre merecía 3 mujeres ¡como mínimo! Con esto ya pueden bajarse de esa nube
señores.
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Fotografía tomada de http://ecoinventos.com/hombres-peligro-extincion/ |
Con la llegada de las redes sociales, se fueron los hombres de
verdad y llegó un nuevo espécimen raro de la fauna masculina, los galanes de
teclado, los “adonis” que le quitaron al Photoshop y al filtro, la exclusividad
femenina. Los anónimos Romeos de barrio, los aprendices de intelectual con
Wikipedia y los poetas remedos de Neruda con Google.
Esos caballeros del zodiaco, héroes de caricatura, que irrumpen
nuestro espacio con mensajes internos como “mami”, “mamacita”, “cosa rica”,
mujerón”, “mujer bella”, etc. Palabras básicas de cajón barato, que derriten a
muchas y donde empiezan algunas historias de amor de internet.
No digo que sea una regla el fracaso, con este mecanismo, de
hecho, hay amores que nacieron en las redes sociales; la pregunta es ¿cuántos?;
de ahí que me resulte inevitable compáralos con la lotería, en el mejor de los
casos. La cuestión es ¿qué tan fácil se la ponemos o nos ponemos como mujeres?;
accedemos sin exigir mayor esfuerzo, nos abrimos como una flor muerta de sed
¡ante una lluvia de nada!, y nos damos a quien finalmente no conocemos. Somos
defraudadas a voluntad y lo hacemos absurdamente contentas.
Esa es la razón por la que ya no nos envían flores a la casa u
oficina; esa sorpresa perfumada de romance, se cambió por las fotos y los Gifs.
Ya no nos escriben cartas de amor, ahora nos envían mensajes de texto, correos
electrónicos y letras fofas por Messenger. Ya no nos invitan a un café, aquel
flirteo aromático fue ocupado por fotitos en un mensaje mañanero. Ya no nos
invitan a cenar a la luz de las velas, donde charlar marcaba la oportunidad de
conocerse y reír hasta enamorarse, eso fue suplantado por el chat; y que decir
de las serenatas a media noche, esas con guitarras o mariachis, las que nos
sacaban de un brinco de la cama, nos provocaba taquicardia de emoción, nos
hacían volar a perfumarnos para correr a toda velocidad 200 metros lisos - al
mejor estilo del corredor mundial Usai Bolt - ¡para regalarle un beso!; se
fueron, se esfumaron. Ahora nos dedican canciones con un link de YouTube.
Hasta el matrimonio, profundo compromiso espiritual y para
siempre, fue criminalmente borrado del mapa de la conquista; ya no hay padre,
misa, iglesia, vestido, fiesta, invitados ni luna de miel – ésta es opcional -
desde que Facebook les regaló la opción de “casarse” con un Clic.
Las redes sociales suplantaron incluso al amigo cómplice del
caballero, el recadero, el enganchador; para darle paso al anónimo macho pecho
peludo que la consigue solo. Sin duda es más fácil, en un mundo virtual donde
si algo le molesta, el galanteo no le funciona o para eliminar las pruebas del
delito, solo necesita dos opciones que ya tiene como poder absoluto, “Eliminar
conversación” y “Bloqueo”.
Es así que llega el nuevo galán a movernos el piso virtual del
absurdo. Si analizamos el contexto de este romance moderno, todo gira en una
espiral brutalmente conveniente, no para la mujer incauta, que ya no se
deslumbra con la luz de la luna, porque hoy se encandila con la luz de la
pantalla de su computadora y del celular; sino para ese “caballero” anónimo de
dudosa procedencia, quien nos conquista, envía flores, cartas, café, cena,
velas y serenatas, con solo pagar puntual ¡el internet de su casa!
Un ahorro significativo para cualquier galán de medio pelo,
quien muchas veces tiene una familia y “un hogar feliz”, pero que en las redes
sociales es un Gigoló en acción, un Playboy “ahorrativo” que sin gastar un solo
centavo, consigue lo que se propone.
Sin embargo, aunque este artículo no es para nada feminista – lo
juro por los hombres – es necesario enfatizar, que la culpa no es de la estaca,
sino de la rana que se ensarta; en ese contexto, la culpa no es del todo de
ellos, - me explico - si este mecanismo de romance burdo, no surtiera efecto,
las redes sociales no nos fascinarían; porque indudablemente, aunque fueron
creadas para “buscar amigos”, amigos es lo que menos encontramos. El efecto
colateral de nuestra condición aun indefensa de mujer, a la que, dicho sea de
paso, muchas le suman la estupidez; porque muchas sucumbimos a un espejismo
masculino, a una foto sin corroborar y a una información de perfil en la que
creemos, sin aplicar el más elemental análisis.
El amor tiene letras, pero no siempre son de teclado, el amor
tiene forma, pero no siempre en fotos; con este mecanismo romántico virtual,
que proponen las redes sociales, hay sin duda más billeteras masculinas llenas,
¡pero más mujeres vacías!
De cualquier manera, nuestra idiosincrasia no ha madurado ni ha
vencido el patriarcado, el machismo sigue invicto ante todas las batallas
feministas; somos asediadas, perseguidas, hostigadas y mal interpretadas; para
muestra un botón, el hombre puede montar una foto sin camisa y le llueven los
likes femeninos, pero si nosotras mostramos en una foto la espalda o las
piernas, somos objeto de las más atroces palabras, las que van desde el piropo
más vulgar, hasta la misma condena hipócrita y machista, ¡disfrazada de pudor!.
Pero esa es otra historia, esa no la hacemos nosotras sino la
sociedad en la que existimos, porque vivir en ella como mujeres, no hemos
podido todavía.
En este artículo no pretendo meter el dedo en la llaga, sino
hurgar ¡hasta que sangre la herida!; así que lo lamento por las
susceptibilidades heridas, pero no hay otra forma para analizar al hombre
facilista de las redes sociales, el Romeo incomprendido que juega a todo y a
nada, los que involucionaron y nos robaron, sin darnos cuenta, el preámbulo del
amor más elemental.
Los que suplantaron a los verdaderos hombres, esos que, si
batallan por ganarse un beso, los que hacen fuego del romance, los que
ciertamente enamoran, los de verdad; los que le hacen honor al caballero al
abrirnos la puerta del carro y al separarnos la silla de la mesa, los que nos
invitan a cenar, a un café y nos envían flores que se pueden tocar; los que
hacen una llamada para despertarnos en la mañana, los que nos envían un mensaje
ciertamente halagador. Los que son fáciles de detectar por como escriben y por
su inmediata respuesta, los que no necesitan de Google o Wikipedia, porque la
vida ya les enseñó bastante. Esos que habitan aun en algún lugar cada vez más
recóndito del mundo, los que no siempre están en las redes sociales, porque
están en la vida real ¡buscando mujeres de verdad!
Esos que ya dejamos de necesitar, los que ya dejamos de
extrañar, los que, por la desidia femenina y la mentira masculina, ¡hoy están
en peligro de extinción!